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lunes, 9 de noviembre de 2009

Restaurantes Arequipa : Onda gourmet en la Ciudad Blanca

¡Qué linda está Arequipa!, disculpen la nostalgia. Un veranillo primaveral a juego con el cielo eternamente azul recibió a miles de personas, entre turistas extranjeros y visitantes nacionales que colmaron las calles a propósito de la reunión minera primero, la de microempresarios después, y en algunos días más la Cade.

Definitivamente, uno de los atractivos de la Ciudad Blanca, amén de su campiña y su arquitectura colonial, es su generosa y variada gastronomía. Dos nuevos restaurantes se suman a la creciente oferta sibarita: Chicha de Gastón Acurio y Paladar de Ibrahim Veyssal.

Chicha está ubicado en el corazón de la ciudad, frente al Monasterio de Santa Catalina. Ocupa parte de una hermosa casona de sillar con techos abovedados y patio de adoquín. La decoración es sobria, basta con los luminosos colores (azul añil, ocre) típicos de la zona y unas cuantas esculturas de arcángeles arcabuceros (y de los otros) colocadas dentro de las hornacinas. Son cuatro ambientes que dan a un patio techado que amplía considerablemente la capacidad del local (140 asientos, siempre ocupados). La cava impresiona por su ubicación y por los centenares de etiquetas que ofrece.

La Carta tiene el sello de Gastón y la sazón de doña Hermegilda, matrona picantera encargada de guardar la esencia del manducar mistiano. Los aperitivos (la mayoría hechos con pisco) muestran su arequipeñitud: ccoro, chachani, santa catalina. En entradas, probamos un clásico solterito, un aséptico escribano y unos estupendos erizos revueltos (a los erizos se les ama o se les odia; aquí es imposible resistirse). Los fondos combinan la tradición (rocoto relleno, chupe de camarones, ají de lacayote: buen sabor y porciones adecuadas) con la innovación (codillo crocante con puré de manzanas y pastel de papa; o tacu cauche, gran invento que une el clásico tacutacu con aromas del cauche de queso). Postres a discreción y anís Nájar verde como bajativo, ponen punto final a una comida de lujo.

Paladar es el nuevo restaurante de Ibrahim Veyssal, alias “El Turco”, que con este suma su quinto restaurante en la ciudad. Uno es de comida rápida (kebabs y afines, paso), otro es más sofisticado (El Turko II), un par son cafeterías y el quinto es el que nos ocupa. Paladar también está ubicado en el casco urbano. Su decoración es moderna, audaz y contrasta bien con las paredes de sillar. Las sillas son en realidad sillones de forma irregular tapizados a contraste. No es grande, pero gana amplitud porque el diseño integra una privilegiada vista a la campiña. Paladar parte de la cocina tradicional transformada por el aporte del chef, que hace irreconocibles algunos platos. El escribano de pulpo es un fallido ejemplo de lo dicho. Donde mejor le va es en platos de autor como el Puruncu (pescado cubierto de barro y cocinado en horno), el zapateo criollo (suerte de lomo saltado con carne de avestruz, cerdo y carne de res), el huajalai (guiso de carne con fusión nikkei) o el risotto de chupe de camarón. En postres, los más demandados son el súper arroz con leche y chirimoya, la créme caramel de coca y el arroz zambito de quinua negra. Interesante propuesta.

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